Mantenimiento clave

Cómo afecta la presión baja al desgaste de las llantas

La presión de inflado influye directamente en la seguridad y durabilidad de los neumáticos. Por qué es fundamental controlarla y cómo evitar errores comunes que afectan el rendimiento del vehículo.

QPJ SOCIEDAD

Los neumáticos son uno de los componentes más críticos en la seguridad y el rendimiento de un vehículo. Sin embargo, muchas veces pasan desapercibidos en las rutinas de mantenimiento. De todos los factores que influyen en su vida útil, la presión de inflado es probablemente uno de los más subestimados.

Un neumático con presión baja no solo se desgasta más rápido, sino que también compromete el control del vehículo, incrementa el consumo de combustible y eleva el riesgo de accidentes. Conducir con llantas que no están infladas correctamente es una práctica común que, a largo plazo, puede resultar costosa.

Según estudios realizados por fabricantes y organismos de seguridad vial, más del 25% de los conductores circulan habitualmente con neumáticos por debajo del nivel de presión recomendado. Este dato no es menor si se considera que esa diferencia puede reducir drásticamente la vida útil de un neumático diseñado para uso urbano y rendimiento equilibrado.

En este artículo exploraremos qué implica realmente tener presión baja, cómo afecta el desgaste de las llantas, qué consecuencias tiene en el funcionamiento general del vehículo y qué medidas se pueden tomar para prevenir estos efectos negativos.

¿Qué significa tener presión baja en las llantas?

La presión de inflado es el volumen de aire contenido en el interior del neumático, medido en psi (libras por pulgada cuadrada). Esta presión es fundamental para que la llanta conserve su forma, soporte adecuadamente el peso del vehículo y ofrezca una conducción estable.

Cuando esta presión disminuye por debajo del rango recomendado por el fabricante del automóvil, se considera que el neumático está "bajo". La pérdida de presión puede deberse a varias causas: pequeñas fugas en la válvula, desgaste natural del material, impactos contra bordes o cordones, y variaciones de temperatura que afectan el volumen del aire en el interior.

En climas fríos, por ejemplo, es común que la presión disminuya incluso si no hay un daño físico en el neumático. Un neumático con presión baja tiene una mayor superficie de contacto con el suelo. Esto, en lugar de ser una ventaja, genera mayor fricción, incrementa el calor interno y provoca un desgaste acelerado e irregular, especialmente en los bordes exteriores de la banda de rodadura.

La línea F600 de Firestone, por ejemplo, aunque pensada para ofrecer un buen rendimiento en condiciones normales, no está exenta de sufrir un deterioro anticipado si no se mantiene adecuadamente inflada.

Controlar la presión de inflado regularmente es una acción simple que puede prevenir la mayoría de estos problemas. Se recomienda hacerlo cada 15 días o antes de viajes largos, con las llantas en frío, utilizando un manómetro confiable o aprovechando los sensores TPMS que muchos vehículos modernos ya incorporan.

Efectos de la presión baja en el desgaste del neumático

El desgaste de una llanta no siempre ocurre de forma pareja. Cuando la presión está por debajo del nivel adecuado, la estructura del neumático se deforma y el área de contacto con el pavimento cambia.

En lugar de apoyarse de manera uniforme, los bordes exteriores absorben más carga, lo que genera un patrón de desgaste conocido como "desgaste en los hombros". Este patrón no solo acorta la vida útil de la llanta, sino que también disminuye su capacidad de tracción y control en condiciones exigentes.

Además, la fricción adicional que se produce por la mayor superficie de contacto provoca un aumento de la temperatura interna del neumático. Si esta se mantiene elevada durante largos períodos, los materiales internos (compuestos de caucho, lonas y cinturones de acero) comienzan a debilitarse, haciéndolo más vulnerable a cortes, ampollas o incluso reventones.

En pruebas de laboratorio, se ha comprobado que un neumático inflado un 20% por debajo del nivel recomendado puede perder hasta un 30% de su vida útil. Esto representa no solo un gasto innecesario, sino también un riesgo en términos de seguridad vial.

El desgaste prematuro también afecta la alineación y balanceo del vehículo. A medida que una o más llantas se deforman y desgastan de forma asimétrica, se generan vibraciones, desvíos en la dirección y un deterioro progresivo en otros componentes del tren delantero y la suspensión.

Consecuencias adicionales en el vehículo y la conducción

El impacto de una presión baja no se limita al desgaste de las llantas. Todo el vehículo se ve afectado. Uno de los efectos más inmediatos es el aumento en el consumo de combustible. Esto ocurre porque la resistencia al rodamiento se incrementa, lo que obliga al motor a trabajar más para mantener la misma velocidad.

La estabilidad y el frenado también se ven comprometidos. Una llanta con presión baja no responde igual ante maniobras bruscas o frenadas de emergencia. Su agarre al asfalto es menos efectivo, especialmente en superficies mojadas, donde el riesgo de aquaplaning se incrementa.

Otra consecuencia común es la deformación del perfil del neumático. A medida que la presión baja se mantiene en el tiempo, el neumático pierde su forma original, lo que perjudica la alineación general del vehículo. Esto, a su vez, puede derivar en una conducción inestable, con tironeos hacia un lado o ruidos anómalos en el volante.

Además, conducir con neumáticos en mal estado aumenta el riesgo de fallas repentinas, como reventones o pérdida súbita de aire. Estos eventos, que pueden parecer poco probables, son una causa frecuente de accidentes, especialmente en rutas o a altas velocidades.

Cómo evitar el desgaste prematuro por presión baja

Prevenir los efectos de la presión baja es una tarea sencilla que no requiere conocimientos técnicos avanzados. El primer paso es controlar la presión de inflado al menos cada quince días, utilizando un manómetro portátil o aprovechando los servicios gratuitos de estaciones de servicio.

Es importante realizar la medición con los neumáticos en frío, es decir, antes de haber recorrido más de tres o cuatro kilómetros. Esto asegura una lectura más precisa, ya que la temperatura eleva artificialmente la presión interna.

La presión recomendada suele figurar en una etiqueta ubicada en el marco de la puerta del conductor o en el manual del vehículo. No se debe inflar "a ojo" ni basarse únicamente en la apariencia externa del neumático.

Si el vehículo cuenta con un sistema de monitoreo de presión (TPMS), es clave prestar atención a las alertas del sistema. Aunque algunos solo avisan cuando la presión es peligrosamente baja, ya representan una ayuda importante.

Además del inflado regular, se recomienda realizar rotación de neumáticos cada 10.000 km, alineación y balanceo según el uso, y cambiar las válvulas al reemplazar llantas. Estos cuidados prolongan la vida útil del conjunto y mantienen el desempeño original del vehículo.

Conclusiones

Mantener la presión adecuada en las llantas no es solo una cuestión de ahorro económico, sino también un aspecto central de la seguridad vial. La presión baja, aunque a veces imperceptible, genera un desgaste desigual, reduce la vida útil del neumático, incrementa el consumo de combustible y afecta negativamente la conducción.

Los modelos pensados para tener alta durabilidad también requieren un mantenimiento constante para cumplir con su promesa de rendimiento. Una simple revisión periódica puede evitar gastos innecesarios, mejorar la eficiencia del vehículo y, sobre todo, prevenir accidentes.

El conductor responsable no solo revisa el aceite o el nivel de agua: también incluye los neumáticos en su rutina. En definitiva, ¿hace cuánto tiempo no verificas la presión de tus llantas? Lo que parece un detalle menor puede marcar una gran diferencia en tu seguridad y en tu bolsillo.

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