A 59 años de la Noche de los Bastones Largos: el golpe a la Educación Pública
Fue el comienzo del ataque sistemático a la universidad pública, a la autonomía universitaria y al pensamiento libre.
Este 29 de julio de 2025 se cumplen 59 años de uno de los episodios más oscuros y brutales de la historia argentina reciente: la Noche de los Bastones Largos. En 1966, bajo las órdenes del dictador Juan Carlos Onganía, la policía federal irrumpió violentamente en la Universidad de Buenos Aires, golpeando a docentes, estudiantes y científicos, y dando inicio a una era de oscurantismo que aún hoy deja heridas abiertas.
Aquella noche del 29 de julio, la represión en la Facultad de Ciencias Exactas -sede de la histórica Manzana de las Luces- fue registrada en una imagen que quedó grabada en la memoria colectiva del país: profesores con la cabeza ensangrentada, estudiantes reducidos a golpes, científicos empujados entre hileras de policías armados con bastones. Fue el comienzo del ataque sistemático a la universidad pública, a la autonomía universitaria y al pensamiento libre.
El propio matemático Manuel Sadosky, vicedecano de Exactas, recordaría años después: "Me lavé la sangre de la cara en la comisaría, me daba vergüenza. Nos hicieron pasar entre una doble fila de policías que pegaban con habilidad. Fue un milagro que no mataran a nadie esa noche."
Una dictadura contra el pensamiento
El operativo fue ordenado por el dictador Onganía tras firmar el decreto 16.192, que disolvía la autonomía universitaria y subordinaba a las universidades al Ministerio del Interior. En pocas horas, cientos de docentes presentaron su renuncia en señal de protesta. Entre ellos, eminencias científicas que fueron obligadas al exilio, marcando el inicio de una de las peores fugas de cerebros en la historia argentina.
Esa misma noche, mientras se realizaban asambleas en distintas facultades para resistir la intervención, la Policía Federal ingresó a los golpes a Filosofía y Letras, Medicina, Ingeniería y Arquitectura. Entre los heridos estuvo Horacio González, quien recibió un bastonazo en la cabeza que lo dejó inconsciente. Fue salvado por sus compañeros, que lo evacuaron a tiempo antes de ser detenido.
La represión tuvo un eco internacional inmediato. El profesor estadounidense Warren Ambrose escribió una carta al New York Times denunciando la violencia y describiendo cómo lo obligaron a salir con las manos en alto mientras recibía golpes con palos y culatas. Esa denuncia fue replicada en medios de todo el mundo.
El impacto duradero de la represión
El golpe a la universidad fue también un golpe a la ciencia. En Exactas, el Instituto de Cálculo quedó paralizado y la mítica computadora Clementina, orgullo de la investigación tecnológica argentina, fue desmantelada por falta de especialistas y presupuesto. La UBA perdió más de 1.300 docentes en una sola semana, un éxodo que aún se considera una tragedia académica sin precedentes.
Mientras muchas facultades resistieron, otras como Derecho y Ciencias Económicas no solo aceptaron la intervención, sino que colaboraron activamente con la dictadura, marcando el contraste entre quienes defendieron la democracia y quienes se adaptaron al autoritarismo.
A 59 años: memoria, verdad y repudio
Desde 1966 hasta hoy, Argentina ha atravesado distintas etapas políticas, pero el recuerdo de la Noche de los Bastones Largos sigue siendo un símbolo del ataque a la educación pública, a la libertad de pensamiento y al proyecto de país basado en el conocimiento y la inclusión.
A 59 años de aquel acto represivo, la sociedad argentina reafirma su repudio a los crímenes cometidos por las dictaduras militares, incluyendo los hechos previos al golpe de 1976, y renueva su compromiso con la defensa de las universidades públicas, la autonomía académica y el desarrollo científico libre y soberano.
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