Una vida entregada a Dios

La mujer que eligió ser esposa de Cristo: la historia de la primera virgen de Salta

Alejandra Quintana hizo historia. Es la primera virgen consagrada de Salta. Nació en Cerrillos y a los 17 años sintió el llamado.

QPJ JUJUY

Oriunda de Cerrillos, Alejandra Quintana hizo historia al convertirse en la primera mujer en recibir la consagración como virgen en la Arquidiócesis de Salta. En una entrevista, reveló los detalles de este camino de entrega total a Dios, una práctica que se remonta a los primeros tiempos del cristianismo.

"La consagración se celebró el sábado 26 de abril a las 19, en la Catedral Basílica de Salta", confirmó Quintana al ser consultada sobre el momento que marcó un antes y después en su vida espiritual.

Explicó que el Orden de Vírgenes Consagradas está integrado por mujeres laicas que, mediante un rito litúrgico, dedican su existencia a Dios y a la Iglesia, pero sin abandonar sus actividades cotidianas. "Vivimos insertas en la sociedad, trabajando en actividades comunes, pero dedicadas a Dios y al servicio de la Iglesia", precisó a El Tribuno.

Esta forma de vida, que tuvo sus orígenes en las primeras comunidades cristianas, había perdido vigencia con el surgimiento de las órdenes religiosas, pero actualmente experimenta un renacimiento. "Hoy, en Argentina somos más de 200 vírgenes consagradas", destacó Quintana, quien señaló que su modelo de vida son Jesús y María.

La salteña aclaró las diferencias con la vida religiosa tradicional: "Las religiosas siguen modelos como Santa Clara o San Francisco y viven bajo reglas propias. Nosotras seguimos solamente el Evangelio como norma de vida". A diferencia de las monjas, no viven en comunidad, no usan hábito y su único símbolo distintivo es una alianza que representa su unión con Cristo.

Actualmente, Quintana desarrolla su labor pastoral en la parroquia Natividad del Señor y Sagrada Familia del barrio El Huaico, comunidad con la que colabora desde 2009 en la construcción del templo local.

Sobre la esencia de su vocación, expresó: "Nuestra misión no está tanto en hacer obras visibles, sino en ser signos de Cristo en medio del mundo". Esta consagración implica tres dimensiones: ser vírgenes por la integridad de la fe, esposas por la unión con Cristo, y madres espirituales por la fecundidad de la entrega.

El llamado divino llegó a los 17 años, aunque recién en 2007 realizó una consagración privada. "El 25 de diciembre de 2007, realicé una consagración privada a Dios, acompañando a mi madre, que estaba enferma", recordó. Tras años de servicio silencioso, dio el paso definitivo: "Ahora, con esta consagración pública, esta entrega se formalizó dentro del Orden de Vírgenes Consagradas".

Quintana explicó la trascendencia de este acto: "La consagración privada es un compromiso entre uno y Dios. En cambio, la consagración pública implica el reconocimiento de la Iglesia". Este paso la convierte en un testimonio viviente de fe, bajo la guía del Obispo y al servicio de la Iglesia universal.

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