Perico: "¡Basta de muertes en la ruta 45!", piden los vecinos entre lágrimas y bronca

La sangre sigue tiñendo la peligrosa ruta 45, y el barrio 21 de Septiembre en Perico llora otra muerte. Don Aurelio Valerian, un vecino querido, fue brutalmente atropellado el pasado 17 de enero. La camioneta asesina, según testigos, huyó del lugar sin detenerse a socorrerlo. Este es el segundo golpe mortal que sufren los habitantes en apenas tres meses, tras la muerte de Brian Cruz, otra víctima de la imprudencia al volante.

Vecinos al límite: "¡Esto es un cementerio a cielo abierto!"

Con carteles, bocinas y gritos de furia, los vecinos salieron masivamente a la ruta. "No queremos más muertos, queremos lomos de burro y controles ya", exigieron, mientras intentaban cortar la carretera. La Policía Provincial intervino para evitar el bloqueo, pero la indignación de las familias no se apagó. "Nos tratan como ciudadanos de segunda; solo nos escuchan cuando hay muertos", gritaba entre lágrimas una vecina mientras sostenía una foto de Aurelio.

Autoridades bajo presión: ¿promesas vacías o solución real?

Ante el caos, funcionarios municipales y de Vialidad Provincial llegaron al lugar. Prometieron "soluciones inmediatas" y aseguraron la instalación de postes de luz, aunque los vecinos no creen en palabras. "Venimos rogando por seguridad hace años, pero siempre es lo mismo: nos dan falsas esperanzas hasta que la próxima víctima muere", denunció un residente.

El olvido histórico de un barrio que lucha por sobrevivir

El barrio 21 de Septiembre, situado en los márgenes de Perico, carga con el abandono de las autoridades. Sin agua en verano, servicios precarios y ahora una ruta mortal que atraviesa su comunidad, los vecinos sienten que viven en tierra de nadie.

"No nos callaremos"

Los pobladores advierten que seguirán exigiendo justicia por Aurelio, Brian y todas las víctimas de la ruta 45. "Si no colocan lomos de burro ni hacen controles, vamos a volver a la ruta, y esta vez no nos moverán", amenazaron.

El dolor y la impotencia crecen en un Perico que parece escuchar más el ruido de los motores que las súplicas de su gente./El Tribuno