Entre el viento y el azúcar: la jujeña que nunca falta a su trabajo en Alto Comedero
Su historia se compartió en grupos de Facebook y rápidamente conmovió a los jujeños.
A las 17:30, como un reloj que nunca falla, aparece ella. No importa si llueve, si hace calor que derrite el asfalto, si el viento sacude hasta el alma... ella siempre está. Frente a la escuela Marina Vilte, como parte del paisaje de Alto Comedero, con su carrito y su sonrisa, lista para endulzar la tarde.
Es una mujer que no se detiene. No hay pronóstico que la intimide ni días pesados que la frenen. Su trabajo es más que una fuente de ingreso: es un acto de amor por su familia y un símbolo de resistencia cotidiana.
Quienes pasan por ahí, padres, niños, docentes, ya la conocen. "Nunca me falló", dicen en las redes, como si su presencia fuese una promesa silenciosa de que hay algo bueno por venir, incluso en los días más grises.
Porque detrás de cada bolsa de pochoclos hay una historia de esfuerzo, de salir adelante, de transformar el maíz y el azúcar en esperanza.
Y cada tarde, cuando su carrito se enciende y la calle se llena de ese olor a infancia, la comunidad sabe que ahí está ella: firme, amable, valiente. La señora de los pochoclos que le pone sabor a la lucha diaria.
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