El pan como termómetro del bolsillo: vecinos denuncian desigualdad en Libertador
Mientras los sueldos parecen haberse estancado, el precio del pan sigue subiendo sin freno y se convierte en símbolo del desencanto popular.
En Libertador, vecinos como Mario Moreno y Eulogio Cajal alertan sobre una economía que golpea donde más duele: la mesa familiar. "El pan cada vez es más chico y más caro", dice Moreno, cansado de ver cómo su sueldo no alcanza para lo básico. La comparación con otras localidades, donde se puede comprar más por menos, refuerza una sensación de abandono y desigualdad.
Pan caro, sueldos bajos: una ecuación que no cierra
El pan, alimento esencial, expone una brecha cada vez más profunda entre costos de vida y salarios. Mientras el kilo sube silenciosamente, los ingresos se mantienen congelados, sumiendo a muchas familias en una lógica de supervivencia diaria. Cajal remarca que "cada vez hay más gente que vive el día a día", y lo que antes era una compra automática, hoy exige decidir entre pan o pasaje, entre comer o trabajar.
Sumado a la desidia urbana
No sólo el precio del pan preocupa: también lo hace el deterioro de los barrios periféricos. Remises que no pueden ingresar en días de lluvia, calles abandonadas, y negocios que cierran por la carga impositiva y la falta de consumo. "Libertador está sufriendo", afirma Cajal, y con él, decenas de vecinos que piden al Concejo Deliberante que no mire para otro lado.
Control y empatía: el reclamo de fondo
Lo que estos testimonios dejan claro es que no se trata solo de un precio, sino de un llamado urgente a un Estado presente. Los vecinos no reclaman privilegios: exigen que se regulen los abusos, que se alivie la carga, que se escuche a quienes sostienen la economía desde abajo.
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